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Ecos del encuentro…

Gracias Gabriela por compartir tu clínica y tu experiencia en el análisis de adolescentes. Me quedan varios ecos rondando y, entre ellos, el más fuerte dice relación con tu entusiasmo y “lo jugada” que se te escucha en este oficio, transmitiendo algo del orden del amor por tus pacientes, pasión articulada en todo momento a la fina y sistemática escucha de sus significantes y del lugar dónde aparecen como sujetos (y no como adolescentes desorientados o petrificados en la asignación de alguna categoría diagnóstica).

Inevitable no pensar en cómo es que un analista puede vivir y sentir la relación con sus pacientes, en cómo es que puede o no llegar a autorizarse en su lugar de analista, en cómo puede vestir y habitar este oficio. Y escucharte, tan apasionada en lo que haces, tan enamorada de tus pacientes, me hace recordar lo que dice Lacan, en su Seminario “La Transferencia” en donde queriendo poner las cosas en su lugar, nos comenta que no se trata de que el analista no pueda sentir, no vivencie pasiones o que la condición de posibilidad de su trabajo esté dada por la exigencia de una “apatía analítica” (abstinencia o neutralidad) sino que lo que acontece en el analista, que lo enviste como tal y le permite vehiculizar su trabajo con el analizante, sin que las pasiones sentidas puedan llegar a distraer su escucha de aquello que tiene que recortar del material del paciente acontece porque:

“(…) el analista dice –Estoy poseído por un deseo más fuerte. Está autorizado a decirlo en cuanto analista, en tanto que en él se ha producido una mutación en la economía de su deseo” (Lacan, Seminario 8, pg215 Paidós, 2003), primando ante todo, el deseo de análisis. Y eso es lo que transmites “más allá” del amor por tus pacientes, es el amor por el análisis, por tu oficio, lo que nos resulta tremendamente inspirador a quienes compartimos esta vocación, tan inspirador que despierto este domingo con un buen café, directo a escribir estas líneas, escritura que suelto por puro deseo.

Ruth Isabel Gaggero

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